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    Learn Spanish > Spanish lessons and exercises > Spanish test #12403
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    El objetivo de este ejercicio es encontrar los errores presentes en el siguiente texto. Pueden provenir de tres partes: de una mala conjugación verbal, de una falta de ortografía o de un error de género (masculino-femenino).


     


     


    Ejemplos:


     


    Un vagabundo --Correcto        Una vagabundo--Falso


     


    'La única preocupación de Melquiades era vagar' ........>

    Find 9 mistakes in this text.

    Érase una vez un vagabundo llamado Melquiades. Desde siempre, la única preocupación de Melquiades erra vagar por el ancho mundo. Nada le gustaba más en esta vida que tumvarse a la sombra de un árbol para dormir la siesta en las tardes calurosas del verano castellano, escuchar el piar de los pájaros, oír el rumor de algún riachuelo vecino. , Melquiades  era un vividor. Su mayor problema, era que eso no da de comer. De forma que Melquiades el vagabundo estaba flaco como un guzano.
    Afortunadamente
    , también era astuto como un zorro. Así que siempre conseguía comer algo. Su plato favorito era, sin lugar a dudas, la famosa sopa de piedra. , , sopa de piedra, habéis oyó bien. La primera vez que comió sopa de piedra, fue en las siguientes circunstancias: Una vez, Melquiades había caminado todo el día a través de un bosque para llegar a un bonito pueblo llamado Madrigal. Al llegar a Madrigal, Melquiades, que no había probado bocado en todo el día, estaba ambriento. De forma que se puso a pedir limosna a la puerta de la iglesia como solía hacerlo. Pero cuando las mujeres  salgan del rosario, pasaron por delante de él sin dirigirle ni una mirada. De forma que Melquiades no recibió ni una peseta para comprarse un poco de pan.
    Pero como su estómago estaba a punto de dar gritos de dolor, Melquiades no se resignó tan fácilmente. Así que se dirigió al centro de la plaza, juntó unas piedras que había por allí y un poco de leña que había recogido por la mañana en el bosque y encendió un fuego. Después, sacando una casuela que tenía en la mochila, exclamó en voz alta:
    Bueno, pues ya que no hay otra cosa, comeré sopa de piedra.
    Varios
    vecinos, que oyeron lo que decía, se aproximaron intrigados para observarle:
    ¿Sopa
    de piedra? ¿Ha dicho que va usted a comer sopa de piedra?
    Como
    lo oyen - contestó Melquiades- Es un plato suculento de mi tierra. Y además, muy barato.
    Y
    diciendo esto, cogió la cazuela y sacó una piedra de unos dos kilos de su mochila. Los vecinos, que no podían más del asombro, le propusieron ayuda.
    -Con
    mucho gusto- contestó Melquiades. Lo primero que hay que hacer es poner agua a hervir. Ah, pero antes, lo ideal sería freír un poquito de cebolla en una gotita de aceite.
    -
    Por eso no se preocupe, que ahora mismo le traigo un par de cebollas y una botella de aceite- le propuso uno de los vecinos.
    Cuando
    le trajo el aceite y las cebollas, Melquiades las peló, las picó y las puso a freír. Los vecinos estaban todos en silencio y en círculo a su alrededor, observando respetuosamente al intrépido cocinero. No se oía ni una mosca, tan solo el ruido de las cebollas al freír.
    Las
    cebollas estaban ya casi doradas, cuando se dio con la mano en la frente y exclamó:
    -¡Qué
    pena! Se me han olvidado los tomates, que le darían una gracia a la sopa.
    -
    Eso no es ningún problema - dijo el cura. Aquí mismo, en el huerto de la iglesia tengo unos tomates hermosísimos. He visto hoy que ya están maduros y pensaba recogerlos mañana mismo. Y corrió a buscarle unos tomates que en un abrir y cerrar de ojos pasaron a hacerles compañía a las cebollas. Melquiades sacó de la mochila un poco de sal que añadió a la preparación. Al poco tiempo, los dos ingredientes ya daban un olorcillo que era un martirio para el estómago del pobre Melquiades. Pero además de astuto, Melquiades era paciente, por lo que no dijo nada y siguió cocinando en silencio.
    -Ya
    pronto voy a poder poner la piedra - dijo al cabo de un rato- Pero antes, añadir un trocito de tocino le daría un sabor incomparable.
    Poco
    después, le echaba a la sopa dos dedos de tocino, traídos por el médico del pueblo que también estaba entre los asistentes. Al fin, ante los ojos incrédulos de los vecinos , puse la piedra en la cazuela y dejó que todo hirviera un ratito más. Mientras tanto, sacó de su mochila un viejo plato de hierro, una cuchara de madera y un cazo de servir, se sentó lo más cómodo que pudo en el mismo suelo y se sirvió la sopa. Diez minutos después no quedaba ni una gota de caldo. En cambio, la piedra seguía dentro de la cazuela.
    Los
    vecinos esperaban impacientes que empezara a comérsela, cuando vieron atónitos que después de limpiarse la boca con la manga de la camisa y de hechar un eructo sonoro, Melquiades recogió la piedra del cazo y en lugar de ponerla en el plato, la limpió con un trapo y se la guardó en la mochila.
    -¿Y
    la piedra? ¿No se la come?
    -
    Preguntaron en coro los vecinos.
    Melquiades
    los miró con el aire inocente del ángel más puro y les contestó con la mayor naturalidad del mundo:
    -¿La
    piedra? No, por Dios, claro que no me la como, que con la ayuda del Señor ¡todavía, ha de servirme para otras muchas sopas de piedra!

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    End of the free exercise to learn Spanish: Dictation : Melquiades
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